Resiliencia

Sí, la tragedia llegó, otra vez un once, como muchos comentaban por ahí. El once las bombas, el once los aviones, el once las torres, el once las olas. Japón fue el elegido de este año para pasar la prueba; 2010 fueron Haití y Chile. Pero, bueno, catástrofes siempre ha habido, el presente se encarga de magnificarlas hasta convertirlas en hechos sin precedentes; así pasó Pompeya a la historia, así pasó con México D.F., con Los Ángeles; pero eso fue en otro siglo y en otras décadas.
El detalle en esta ocasión es que Japón no es la primera vez que se ve obligada a enfrentar una catástrofe humana de dimensiones alarmantes. ¿Cómo explicar el resurgimiento de una sociedad que se ve golpeada de tantas formas y, además, tantas contenidas en un solo siglo? La respuesta es la misma al por qué un niño que lo pierde todo siendo tan solo eso, un niño, logra llegar más lejos que el muchacho más privilegiado. Existe un estado mental y físico que impulsa a ciertas personas a lograr  con muy poco lo que otros no alcanzan teniéndolo todo. Pero yo no soy especialista en psicología ni un gran teórico, lo mío por ahora se limita a las palabras y todo esto se reduce a una, muy curiosa, por cierto, y muy nueva ─apenas fue agregada a lo que será la vigésimo tercera edición del diccionario de la Real Academia Española─; la palabra es: Resiliencia.
Leyendo una de las recientes novelas de Mario Mendoza, Buda Blues (2009), me tropecé con la palabra, y ver el concepto que encierra, explicado por el personaje principal (Vicente) en una carta a su mejor amigo, me invita a compartir con ustedes el siguiente fragmento:


«Ahora, para explicarte bien cuál es mi trabajo con esta comunidad tengo que aludir a un concepto básico que no sé si conoces: resiliencia. El término, originalmente, se refería a la física, a la cantidad de energía que un material es capaz de soportar antes de comenzar a deformarse. El ejemplo ideal eran los cables submarinos y otros de este tipo que aguantan altas temperaturas y presiones submarinas sin perder su forma y su consistencia. En 1970, Michael Rutter lo aplicó a la mente humana al estudiar la capacidad que tienen algunas personas de recobrarse después de haber sido sometidas a altas presiones. Y finalmente el etólogo Boris Cyrulnik se dedicó a estudiar los sobrevivientes de los campos de concentración, los niños de orfelinatos rumanos y los gamines* bolivianos, y llegó a la conclusión de que la resiliencia era un comportamiento clave en sociedades que tienen que pasar por experiencias negativas y traumáticas. De hecho, después de catástrofes que azotan grandes comunidades, los equipos de ayuda clasifican con rapidez a los sujetos en prorresilientes y no resilientes, es decir, aquellos que aguantan la presión sin perder su equilibrio interior (muchos de ellos incluso salen fortalecidos), y aquellos que se deshacen y se desmoronan ante el estrés, el dolor y la pérdida. En nuestras sociedades latinoamericanas hay casos extraordinarios de niños resilientes en barrios marginales y comunidades segregadas, niños cuya capacidad de vida y de alegría parece indestructible. Recuerdo el caso de una favela aquí en Río que se inundó en invierno y se vinieron abajo algunas de sus casas. Los organismos de socorro tuvieron que llevar a los sobrevivientes a un estadio de fútbol cercano. La gente estaba desesperada, muchos de ellos en shock, y de repente un psicólogo de nuestra fundación vio a un niño de unos ocho años, que había quedado huérfano, con un balón de fútbol en un rincón del estadio. No tenía casa, sus padres y sus hermanos habían muerto, estaba sin desayunar y sin almorzar, y el pequeño se puso a hacer una veintiuna* con el balón. Eso es resiliencia, una misteriosa fuerza que tienen algunos sujetos y que impone la jovialidad por encima de cualquier adversidad.
        Otro de los casos más conocidos es el de Carlitos, un niño carioca que sorprendió a unos investigadores cuando descubrieron que vivía solo en un lote abandonado, que no tenía ningún familiar vivo, que mendigaba en la calle y que transportaba alimentos en la casa de mercado, que nunca había tenido acceso a la escuela y que, sin embargo, era un niño feliz, sonriente, que en sus horas libres se la pasaba jugando fútbol y nadando en la playa. Cuando los psiquiatras y los trabajadores sociales ahondaron en la vida de Carlitos, se dieron cuenta de que parte de la audacia de ese niño había estado en crear lazos muy fuertes con la comunidad que lo rodeaba. Les llevaba el mercado a sus vecinos ancianos, tenía un grupo de amigos muy cercanos, los vendedores de la plaza lo querían y lo protegían, e incluso la relación con su perro, un animal callejero que andaba con él para arriba y para abajo, le brindaba una seguridad afectiva a toda prueba. Es decir, parte de la resiliencia de Carlitos estaba en las amistades que había creado, lo cual indicaba que aquél que es capaz de multiplicarse en otros hasta construir un nosotros es mucho más fuerte que aquel que se queda solo y atrapado en la insignificancia de un yo. Uno de los grandes problemas de la vida contemporánea, con su individualidad excesiva, es que aísla a las personas hasta debilitarlas y muchas veces matarlas. La resiliencia es, entonces, la capacidad de resistir a ese aislamiento y de regresar a las viejas reglas de la tribu.»


        Esta es, entonces, otra base sobre la que se siembran las esperanzas de superación de muchas vidas atribuladas. 
       Ya se cumple la primera semana después del duro golpe que a esta hora todavía sacude a Japón, y ahora tengo, por fin, una palabra para referirme al gran espíritu de superación que tanto nos demuestran.

*Gamines: indigentes.
*Veintiuna: juego de dominio del balón pateándolo repetidas veces con el mismo pie sin dejarlo caer.

Fotografía: "Torii" por © Thomas Leong

Comentarios

  1. De verdad son una sociedad resiliente... Tenemos mucho que aprender

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  2. Excelente lectura, tanto del libro como del momento. La mejor entrada que he leído en este blog. Quizá te interese esta lectura, a la que me fui después de aquí:

    http://www.foreignpolicy.com/articles/2011/03/14/land_of_disaster?page=0,10

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