Yo también sobreviví a la masacre en “Pozzetto”
Pasé por el cuarto de mi mamá la
otra noche y noté que estaba sumergida en lo que veía en la televisión. Me
quedé a ver de qué se trataba. Era uno de estos programas de reportajes de lo asombroso, sobrenatural, insólito,
cosas de esas que muchos se creen pero que a otros les produce lo mismo que ver
un programa infantil de la BBC de Londres ─un largo “¿qué es esto?” y una
sardónica risa interna. El programa reportaba el caso de un fantasma que espantaba
a la gente en un edificio del norte de Bogotá. El hombre en vida era conocido
como Campo Elías Delgado. De inmediato el nombre timbró mis campanas, sabía que
me era muy familiar. Para confirmar, le pregunté a mi mamá si sabía algo sobre
eso, me dijo: «ese es el tipo que mató a un poco gente en un restaurante en
Bogotá, hace años, y ahora parece que el fantasma sigue ahí, rondando». Hice mi
operación mental: Bogotá + restaurante + muchos muertos + Campo Elías Delgado:
«ese es Satanás» pensé, sorprendido.
«Satanás»,
en este caso, no es exactamente quien se imaginan. Es el título de la novela del
escritor bogotano Mario Mendoza y de la película basada en el mismo libro; novela
basada en el mismo personaje de cuyo fantasma hablaban en la televisión. Después
de sacar mi conclusión me senté a buscar en Internet información sobre Campo
Elías, el asesino responsable de más de 30 muertes en una sola tarde-noche. Lo
que le ha otorgado la etiqueta de spree
killer.
Era colombiano
pero fue adscrito al ejército de los Estados Unidos y peleó en Vietnam dos
veces. Antes de eso, había estudiado medicina. En Vietnam fue parte de las
Fuerzas Aéreas Norteamericanas y desempeñó labores de ingeniero electrónico. Después
de la guerra vivió algunos años en Argentina y en Nueva York, pero su gran
sueño de convertirse en un gran escritor
lo hizo regresar a Bogotá, donde empezó a estudiar idiomas en la Universidad
Javeriana (donde entablaría una pequeña amistad con Mario Mendoza que en ese
momento estudiaba su pregrado en literatura). Su padre se había suicidado
durante su ausencia. Vivía, entonces, solo con su madre. Es difícil asegurar
qué se rompió dentro de Campo Elías, pero es fácil deducir que la guerra le
había producido muchos daños, heridas que cargó abiertas hasta su regreso a
Bogotá y que cerró aquella noche matando a su madre de un tiro en la cabeza y a
otras 29 personas inocentes, para luego suicidarse, dándose un tiro en la
cabeza, al verse rodeado por la policía.
En
la novela, publicada en el 2002 y ganadora del premio Biblioteca Breve, la representación del mal se materializa en la trágica relación entre cuatro personajes:
María, Andrés, el Padre Alberto y Elíseo (Campo Elías), quien es el artífice de
la puntada final que une las tragedias de todos esos personajes en una sola, en
la masacre de Pozzetto. Y, de alguna manera, ahora veo que Mario Mendoza logra
unir todas nuestras tragedias en la representación de aquella. Al leer la
novela no podemos ser ajenos al frío que recorre cada acción a medida que se
acerca la noche de los hechos. Mendoza teje una red de sombras que cubren a la
ciudad, a la misma Iglesia católica; la fe de la gente no vale nada ante tales
manifestaciones del mal, lo único que vale es el miedo, el desconcierto.
La
película, dirigida por Andrés Baiz Ochoa, mejor conocido como Andi Baiz, fue su
primer largometraje. Su trabajo fue reconocido con el premio a Mejor Película
en el Festival de Cine de Montecarlo.
La película, a pesar de suprimir a uno de los personajes y su historia
(Andrés), logra centrarse en lo que, a mi juicio, busca imprimir la novela de
Mendoza: aquel desarrollo, mutación inexplicable de las fuerzas del mal que
logran someter a los hombres ante lo más oscuro de su naturaleza para sumergir,
marcar, las vidas de todos en una tan inexplicable como ineludible tragedia. En
Colombia las tragedias son muchas, todo acto de violencia no puede ser menos
que una tragedia; sin embargo, aquí «Satanás» ─Elíseo, Campo Elías─ se
convierte en un símbolo de toda esa miseria que rodea a la sociedad colombiana,
la constante intromisión del mal en su forma más temible, en la constancia de
lo inexplicable, de lo que no se encuentra en nuestro mundo. No en vano el slogan
de la película es «no importa en qué creas, terminarás enfrentándolo».
Mientras sigo
pensando en aquel programa ─tan, pero, tan mal hecho─ busco más información
sobre la masacre en Pozzetto y me encuentro con un testimonio publicado en la
Revista Soho: “Yo sobreviví a Pozzetto”. Primero pienso, «según esto el
restaurante fue el asesino esa noche», pero obvio el tonto error y leo el
texto. Entonces confirmo todo lo que he
venido concluyendo: esa noche la tragedia pudo ser de cualquiera, pero así es
lo inexplicable y esa noche cayeron aquellas 30 personas, junto a otros 15 heridos
que sobrevivieron y aún viven las secuelas de lo ocurrido, hasta el punto de
afirmar que el espíritu de Campo Elías sigue atormentando a la gente del
edificio donde vivía.
Aquella noche
era 4 de diciembre de 1986, yo nací el 14, diez días después de la masacre; ese
día que Campo Elías perdió la cabeza cualquiera pudo caer frente a su
Mágnum.22. Por eso, yo también sobreviví a la masacre en Pozzetto, mi madre
también, hasta mi hermana que nació once años después; ustedes también
sobrevivieron, porque todos los días hay un nuevo Campo Elías, o varios, uno
que quiere tu carro, otro tu reloj o tu celular, y tira del gatillo, dominado
por lo inexplicable. Y, al mismo
tiempo, gracias a lo inexplicable, no eres tú quien cayó hoy.
La tragedia es vivir con ese recuerdo a cuestas para luego convertirla en una ficción de la realidad o viceversa. Y de esto se valen los programas del tipo "increible pero ciertamente bobo" que buscan abrir heridas de una maldad -que no espectro- que ronda en todas partes.
ResponderEliminar¡Buen texto, Javier; atando cabos para desatar ingenuidades!
Me encanta como escribes
ResponderEliminarCorrían primeros años de la década de los ochenta, y aún, no se escuchaban muchas noticias de violencia. Solo lo normal, los ataques de la guerrilla y otros de menor importancia. La masacre de la Pozzetto, nos tomó a todos por sorpresa. En principio las noticias decían que el asesino era un militar, un veterano venido de la guerra de Corea, en los siguientes minutos cambiaron a veterano del Vietnám, los menos informados decían que tal acción la había hecho bajo los efectos de la marihuna, otros decían que era un loco que se había escapado de un hospital psiquiátrico de Estados Unidos...El caso conmovió a la opinión nacional, y todos desde sus pequeñas gabetas de memoria querían conceptualizar sobrel las causas del magno asesinato donde las primeras en caer fueron la madre y la hermana del asesino. No se sabe qué aflicción o pensamiento irreconciliable pasaba en ese atarder por la mente del asesino: Primero va a su casa y mata a su madre y a su hermana. Segundo: se dirige a otra casa donde enseña inglés y mata a su alumna y a la madre de ésta. Tercero: Siente hambre y se dirige a un restaurante estrato Cinco, va al baño a alistar el arma, y comienza a disparar contra todos los asistentes sin discriminación...Se salvaron como siempre los que se escondieron, los que no miraron al asesino...Luego decide quitarse la vida de un tiro...La muerte tuvo trabajo esa noche, al parecer el grupo de personas que murieron, fueron reunidas por el mismo "destino" en ese lugar, para que la muerte no se fatigara y pudiera cortar el cordón de la vida en un sólo lugar...Que los muertos desansen en paz...pero no en la de los políticos...
ResponderEliminarTodos lloramos noche a noche por los familiares, amigos, conocidos que hemos perdido en la guerra, los desastres naturales, los asaltos, o por las mismas penurias de la vida como la enfermedad. La muerte en el caso de Colombia no es ficción, que queramos en elgún momento elubrar sobre ella es natural en la mentalidad de aficionados a la literatura como el mismo Campo Elias. En lo personal aún recuerdo a mi abuela de quién aprendí, o desató en mí algunos hilos de la imaginación, quien murío luego de ser atropellada por un ciclista...Recordar a los muertos no es ingenuidad, en momentos es como volver a vivir con ellos en nuestras soledades, porque su aprecible compañía no es comparable con ninguna otra de los vivos que hoy nos acompañan...Me gustaría leer el libro de : "Satán", donde se cuentan o interpretan otras facetas y vivencias del asesino, y no como acto de querer despertar en otros sus dolores, sino de revivir dentro de mí los amargos dolores de la guerra...
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