Otras maneras de resucitar a un vampiro*
—Bienvenido
a mi casa.
¡Entre
con libertad y por su propia voluntad!
Drácula. Bram
Stoker.
Un
libro es fácilmente equiparable a una puerta o una ventana que, al ser
atravesada, adquiere los poderes de una máquina del tiempo. En 1897 vio la luz Drácula de Bram Stoker, y desde ese
momento la novela ha influido generación tras generación, convirtiendo la
figura del vampiro en un ser que hace parte de nuestro imaginario socio-cultural
y que para cualquiera, sin importar su edad, es posible reconocer.
Pero,
¿qué tanto conocemos realmente del origen de este personaje, de su historia?
Nombres como Van Helsing, Renfield o Mina Harker, se convierten en referentes,
a veces claros, otras veces no tanto, gracias a la extensa producción
cinematográfica que de forma casi quimérica se ha ido gestando en torno al
personaje de terror más importante de nuestra era. Es Drácula, el Conde, a
quien mejor reconocemos sin chistar: su brillante medallón, insignia
inconfundible de su lejana estirpe; su capa, emuladora del alcance y el poder
del mundo de las tinieblas; su mirada penetrante e hipnótica; sus tétricas
manos, que parecen querer halar las cuerdas del destino de sus víctimas; y sus
feroces armas, un par de colmillos que fálicamente penetran las carnes de
inocentes y bellas mujeres, extrayendo por completo su fluido vital para
convertirlas en sus fieles protectoras y amantes eternas.
Curioso
es entonces que Bram Stoker —un gigantón pelirrojo, aficionado a las
bibliotecas y criado cerca del cementerio para suicidas de su natal Clontarf—
se haya inspirado en la figura de un voivoda
(príncipe) rumano para dar nombre y vida al personaje por el cual todos lo
recordamos. Vlad Draculea, alias El Empalador (Tepes en rumano), y su sanguinario régimen político que luchaba de
lado de las fuerzas del catolicismo contra los invasores turcos, es en quien se
inspira Stoker para empezar a escribir su novela durante unas vacaciones
familiares a finales de 1890. La fuerza del mito que rodeaba a este príncipe
rumano, junto a las numerosas supersticiones que invadían a la región de los
Cárpatos en torno a la existencia de seres que regresaban de la muerte para
alimentarse con la sangre de los vivos, fueron la semilla que más tarde se
convirtió en la famosa novela.
El mito
creado con Drácula —tanto el personaje como la novela— lleva a muchos a
preguntarse, aún en nuestros días, si es posible la existencia de estos seres
llamados vampiros. Es tal el alcance obtenido por la historia de Stoker que es
fácil pensar que, en un remoto lugar de la llamada Transilvania, alguna vez
existió un conde que atemorizaba a las poblaciones vecinas bajo su malévolo
poder.
El
pasado 20 de abril se cumplieron cien años del fallecimiento de Bram Stoker; el
8 de noviembre, ciento sesenta y cinco de su nacimiento. Y, aunque parezca
innecesario hacerlo porque esta obra ha probado mantenerse viva y vigente por
sí sola —tal como su sangriento personaje principal—, parece ser un buen
momento para recomendar el acercamiento a esta obra que ya es un clásico de la
literatura, de la cual se han desprendido toda una lista de géneros y
subgéneros que hoy en día siguen alimentando cuentos, otras novelas y numerosas
películas.
El mito y la historia están ahí; en nuestras manos
está revivirlos con nuestras lecturas y relecturas. Convirtamos este nuevo
acercamiento a Drácula, la novela, en
otra manera de resucitar vampiros.
Fotografías: Sin título de © Celine Taylor
Bram Stoker tomada de "Una pizca de cmha"
The Patient Vampire de © Fred
*Publicada originalmente en la Comunidad de Escritores y Lectores de BibloRed
Comentarios
Publicar un comentario