Nuestra casa *


A todos nos inquieta en algún momento de nuestras vidas —a otros los atormenta toda su existencia— la pregunta por la identidad. Una nación, un pueblo, una casa. ¿De dónde venimos y de dónde viene todo aquello que hemos de vivir? ¿Acaso las fronteras imaginarias son el último límite de la identidad de los hombres en el mundo o es acaso aquella cuna y aquellos brazos que nos mecieron quienes cargan con la semilla de nuestro destino? Ahora que contamos con la certeza de que ya no está un hombre que compartió mucho de lo que nosotros vivimos, porque nació en el mismo país que nosotros, pero que asume ahora la más incuestionable de las presencias: la eternidad, tenemos por fin una respuesta a la caprichosa pregunta sobre nuestra identidad.

Nuestra identidad es una casa de la que entran y salen toros con pececillos dorados colgando de sus cuernos, es una mesa de comedor que acoge a todos los hijos del planeta, es el olvido del nombre de las cosas y es el insomnio de todas las noches, es el lugar en que los hombres muertos renacen como semillas de flor en el mar y las mujeres causan la envidia de todos los dioses, es el país del hielo, de los espejos y los espejismos, de la historia jamás contada pero que todo el mundo conoce. Nuestra identidad es la casa que un día Gabriel García Márquez tuvo que volver a ver cuando su madre le pidió que la acompañara para ir a venderla; esa casa que entendió como el significado de su existencia y que encendió la chispa de toda su obra. Hoy que todos podemos leer esa obra y maravillarnos con ella sentimos lo mismo que sintió Gabo al ver la habitación en la que el 6 de marzo de 1927 nació y lo frotaron con ron porque estaba pasmado.

Nuestra identidad por fin tiene hogar, tiene nombre, su nombre es Macondo, porque Macondo es el disfraz de Aracataca, el disfraz de Bogotá y el de Colombia, un disfraz que solo busca maravillarnos; Macondo también es el símbolo de lo inexistente, de lo intangible y, a la vez, es un símbolo de la memoria, porque todo perdura en él, en ella, en todos nosotros. Hoy, gracias a Gabriel García Márquez, podemos asegurar, llenos de orgullo, que nuestra identidad es un fenómeno literario.

Fotografía: Gabriel García Márquez
México, 1983.

* Texto de apertura en la Gabolectura el 23 de abril de 2014 en la Biblioteca Pública Julio Mario Santo Domingo. Publicado originalmente en la Comunidad de Escritores y Lectores de BibloRed.

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