Si la vida te da la espalda no debes tocarle el culo, tienes que besárselo


El humor es en sí mismo un oficio difícil, y están quienes en algún momento de la historia decidieron elevar el nivel de dificultad con la creación de la tira cómica. La caricatura es todo un universo particular y único dentro del ejercicio del humor, y es tal vez el más transgresor por su permanencia y contundencia visuales, el hecho de poder repasar una y otra vez una caricatura o una tira cómica nos permite redescubrir y potenciar el chiste. Ese potencial de la caricatura es muy bien explotado por sus autores a través de la exageración, de la ironía gráfica, de los señalamientos, de hundir el dedo en la llaga.

John Callahan encuentra fácilmente un espacio destacado entre esos caricaturistas que con una breve frase nos llevan a la carcajada y al sentimiento de culpa inmediata, pues nos hacen reír de cosas que nos enseñaron que no debían dar risa. El filtro de la corrección política se rompe con caricaturistas del estilo y la acidez de Callahan, pero él les lleva a todos una larga ventaja pues en muchas de sus tiras suele burlarse de una minoría que pocos se atreven a usar en sus chistes: las personas en condición de discapacidad. Es probable que no haya sentimiento más común entre los seres humanos que el de solidaridad y compasión (a veces falsa) que se despierta en la gente cuando está ante una persona con algún tipo de dificultad física, algo impulsa a todos a ser amables, a ayudar así no se les pida; pero Callahan justamente escoge ese sector de la población como blanco de sus dardos, como cuando dibuja a un hombre en silla de ruedas que llega a las puertas del cielo y se da cuenta de que la entrada no tiene rampa sino escaleras y lo único que puede decir es «¡Maldita sea!». Es para partirse de risa, pero no faltará quien lo encuentre ofensivo, quien tilde a Callahan de insensible por usar a personas con dificultades físicas como centro de sus caricaturas, habrá quienes se quejen con los periódicos y revistas que publican sus caricaturas, hasta que se dan cuenta de que el mismo Callahan es un hombre cuadrapléjico que depende de una silla de ruedas desde que tenía 21 años. Y eso es justamente lo que le sucedió durante buena parte de su carrera como caricaturista.

Esta es la historia que cuenta la película Don’t Worry, He Won’t Get Far on Foot (No te preocupes, no llegará lejos a pie), título que cita textualmente una de sus famosas caricaturas, basada en el libro de memorias de Callahan, publicado en 1990. Conocer los detalles de la vida de este genial caricaturista debería ser razón suficiente para recomendar que la vean, pero añadiré una razón más y es la tremenda actuación de Joaquin Phoenix, quien interpreta a Callahan, por supuesto. La forma en la que encarna tanto al Callahan previo al accidente como al Callahan sumido en los momentos más oscuros del alcoholismo y de la tragedia que le cambia la vida de forma definitiva, merece todo tipo de elogios, aun cuando en su apariencia física no lo emule con exactitud, ni siquiera en el tono rojizo eléctrico del pelo extremadamente liso y grasoso de Callahan. Uno puede incluso pensar que alguien como el ya fallecido Philip Seymour Hoffman hubiera sido el actor ideal para ese papel, en lo que a apariencia física se refiere. Pero volviendo a las virtudes de Phoenix, es su actuación la que le da un valor relevante a esta película que por momentos parece perderse en una trillada y predecible historia de superación personal enfocada en un grupo de alcohólicos anónimos, liderado por Donny (Jonah Hill), que rodean a Callahan para apoyarlo y sacarlo de su alcoholismo, o de la historia de amor entre Callahan y Annu (Rooney Mara), drama y superación que si se ve al John Callahan real en documentales y entrevistas pareciera difícil de creer pues lo que uno ve es a un hombre despreocupado, siempre con una frase irónica para soltar y con una visión de la vida extremadamente simple. Es, entonces, la actuación de Phoenix la que constantemente nos obliga a ver la complejidad tal vez desconocida de este personaje.


Porque todos creen que la razón de ser del humor está en hacer reír al otro, pero es probable que el mejor recipiente para la risa esté en la capacidad de hacerse reír a uno mismo. Un comediante que es capaz de divertirse a sí mismo a costa de los demás tiene el camino asegurado para hacer reír a los otros, y no se trata solo de reírse de sus propios chistes, se trata de descubrir en eso que nos rodea los detalles absurdos que nadie más ve y que merecen una buena carcajada. Si nos fijamos bien, la mayor parte del humor viene del ejercicio de hacer público lo que hacemos en privado, lo que pensamos y no nos atrevemos a decir, el quiebre de la corrección política de nuestros hábitos o costumbres, de nuestras creencias y cotidianidades; la privacidad ante los reflectores del público siempre será germen de buen humor.

En el humor del stand-up, tan popular en estos días, es común ver estas recetas que los comediantes suelen mezclar para producir sus rutinas. Las preguntas que nadie parece hacerse por ser demasiado estúpidas pero que si respondemos nos encontramos con situaciones hilarantes, la burla mordaz de los defectos físicos propios. El comediante se sostiene en la tensión de retar al público de forma constante, de confrontar la realidad con preguntas que nadie más se haría y con respuestas que todos quisieran dar pero que pocos se atreven. Como comediante gráfico Callahan viene siendo un genio en la materia, pues eso que lo divierte y que por lo tanto nos hace reír a todos es su propia desgracia: un atroz accidente de tránsito debido a su severo alcoholismo. En ese sentido John Callahan es el ejemplo perfecto de que si la vida te da la espalda no debes tocarle el culo, tienes que besárselo. No hay tragedia ni limitación suficientes para quien es capaz de reírse de la vida, de su propia vida, a pesar de todo.

Ahora que lo pienso, es probable que no le quedara tan fácil a Callahan encontrar un lugar destacado entre el resto de caricaturistas del mundo pues primero tendría que encontrar algún puesto hándicap vacío.

Fotografía 1: fotograma de la película Don't Worry, He Won't Get Far on Foot, 2018.
Fotografía 2: John Callahan by Robbie McClaran

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