El orgasmo, esa hermosa plegaria, esa revolución


A menudo olvidamos que cuando hablamos de erotismo la palabra contiene en sí misma todos esos atributos que solemos adjudicar al amor, pero, sobre todo, al enamoramiento. Por supuesto que lo erótico tiene que ver con el amor y, más precisamente, con el arte de amar, con la acción y consumación del deseo por el otro, con ese ejercicio de entrega mutuo que es tan común y a la vez tan misterioso.

Son estas las ideas que confluyen cuando vemos la película Sztuka kochania (El arte de amar: la historia de Michalina Wisłocka) un filme polaco del 2017, dirigido por Maria Sadowska, que relata la historia de esta famosa ginecóloga y sexóloga polaca que en los años setenta luchó por publicar un libro que cambiaría la manera de hablar de sexo en todo el mundo.

Poco después de iniciada la Segunda Guerra Mundial, Michalina (Magdalena Boczarska), junto con su amiga Wanda (Justyna Wasilewska), conoce al biólogo Stach Wislocki (Piotr Adamczyk) e inician una relación. Pero hay un problema, Michka no puede tener sexo con Stach, y si lo tiene no lo disfruta; es aquí donde Wanda entra a hacer parte de la relación como la pareja sexual de Stach. El trío sobrevive a la guerra, incluso se salvan de una redada nazi, y viven el amor como lo viviría cualquier pareja hasta que llega la noticia que lo cambia todo: Wanda está embarazada; casi como en un pacto, Michalina decide quedar embarazada también. Los tres acuerdan guardar el secreto, incluyendo a los niños, diciendo que la madre de ambos es Michalina. Por supuesto, podía funcionar pero el tiempo siempre rompe ciertos hilos, llega el día en que Wanda no quiere ser esa tercera rueda del amor y el conflicto crece cuando Michalina revela que Stach ha tenido numerosas amantes, así que todo se derrumba. Stach, de la forma más canalla, culpando a Michalina de todo frente a los niños, los abandona. Quedan entonces Wanda y Michka solas con sus hijos. Tiempo después, ellas también se separarán, lo que deja a Michalina a la deriva.

Es aquí donde la historia adquiere su mayor sentido pues Michalina se dirige hacia su propio destino, ese que le cambiará la vida para siempre y que le dará una razón de ser veinte años más tarde. Su destino es el amor, pero el amor conjugado con el deseo, lo que se traduce en un espléndido goce y en la necesidad de compartirlo con el mundo. En 1958, en Lubniewice, una pequeña población al oeste de Polonia, Michalina conoce Jurek (Eryk Lubos), el hombre capaz de abrir a ella, por fin, el mundo del placer a través del sexo. Es con él con quien logra tener su primer orgasmo, lo que abre para ella todo un universo de placer inagotable. Es Jurek quien le permite a Michka tener esa experiencia que luego quiso compartir con toda Polonia a través de su libro. Es con Jurek que Michalina conoce y aprende el arte de amar.

Aunque, claro, no toda alegría es plena en el amor, Jurek está casado y tiene una hija así que Michalina nunca podrá amar plenamente a este hombre que, en cierto modo, la ha salvado. Pero es su intenso deseo por Jurek lo que la anima a ser una mujer que empodere a las otras mujeres a través del conocimiento de sus cuerpos, de vivir el sexo y el placer como un arma para alcanzar la felicidad propia y la plenitud en pareja, pero también es la exposición del sexo y el orgasmo femenino como un manifiesto político contra la opresión y el menosprecio que viven las mujeres bajo la Polonia socialista.

Por eso, el libro que Michalina decide escribir, gracias a su amor por Jurek, así él no esté con ella, es el núcleo de esta historia. Una historia que nos abre los ojos a los diferentes niveles de machismo y androcentrismo a los que las mujeres se encuentran sometidas. El libro es la lucha personal de Michka por liberar a las mujeres y a los hombres de todo el mundo de la ignorancia sobre sus propios cuerpos y los alcances del placer, es, en pocas palabras, su revolución. Eso no lo pueden aceptar las altas esferas del poder polaco, ni el Estado ni la Iglesia ni la prensa, todos manejados por hombres que se niegan a aceptar la publicación de un libro que le da el poder del sexo a la mujer, hombres que no quieren que se hable del sexo como ese acto natural y común a todos; el falso pudor y la falsa moral son la excusa perfecta para censurar ese libro que es también una lucha por la libertad.

Hay una escena muy poderosa en la que Michalina va a un pueblo para hablar a unos campesinos sobre métodos anticonceptivos, sobre la belleza de traer hijos al mundo pero también de la belleza que es tener sexo sin preocuparse por un embarazo no deseado; les habla del orgasmo y su poder, y los campesinos, liderados por el párroco del pueblo empiezan a cantar salmos, entonces Michka dice que el orgasmo debe ser tan normal y hermoso como una plegaria. Eso estalla el límite de aquellos hombres y mujeres, a Michalina la deben sacar del lugar en medio de improperios y objetos que le lanzan.

¿Cómo se atreve alguien a comparar el orgasmo con una plegaria? ¿Cómo se atreve una mujer a decir algo así? Creo que allí reside el mensaje sustancial de esta historia y es que el poder de hablar sobre el sexo ha estado durante demasiado tiempo en muy pocas manos, en las manos de los hombres principalmente, de la Iglesia y de los gobiernos. La película logra mostrar ese monopolio de poder de formas muy ingeniosas, incluso denunciando la hipocresía en las posturas de un Ministerio de Cultura que censura pero que tiene botellas de Coca-Cola sobre sus escritorios, un ministerio que dice querer proteger la moral del pueblo pero que distribuye secretamente copias del libro de Michalina entre sus funcionarios. Es en ese punto donde no podemos hacer otra cosa que estar del lado de Michka en su lucha por la liberación del sexo, porque no es solo eso, es ante todo una lucha por la libertad para hablar sobre sexo; esa es la verdadera revolución, por eso ella misma lo dice: “Yo soy la revolución sexual”.

A muchos les asombraría saber cómo hoy mismo la gran mayoría de la población de todo el mundo vive en la misma ignorancia en torno al sexo que la que vivían aquellos hombres y mujeres polacos de la posguerra. Hoy hay mujeres y hombres en Colombia que no saben casi nada de sus cuerpos y mucho menos sobre el cuerpo de sus parejas. Recientemente, Verónica Orozco Abad, en su pódcast «La Divorcée», publicó un capítulo sobre sexualidad femenina con la sexóloga Alejandra Quintero como invitada; tal vez lo mejor del capítulo es la libertad con la que Quintero habla de cada tema en cuestión y lo mucho que puede revelar para hombres y mujeres que quieran aprender más sobre sus cuerpos y sobre la vida sexual en pareja. Ahí estamos ante el legado de Michalina Wisłocka: la posibilidad de hablar de sexo sin restricciones, sin eufemismos, con la plena consciencia de que todos vivimos la realidad de ser cuerpos sexuales y que siempre estará bien tener preguntas.

Esa es la batalla de Michalina Wisłocka, su revolución personal extendida a todos nosotros, lucha que finalmente logró ganar en 1978 cuando sale su libro a la venta y se convierte en un éxito mundial. Así que, cada vez que nos demos la oportunidad de abrirnos para hablar sobre sexo y sobre nuestros cuerpos, pero, sobre todo, de hacer preguntas, estaremos reconociendo su legado.


Imagen 1: Michalina Wisłocka
Imagen 2: Sztuka kochania Póster

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