“Allá donde vamos, los periodistas no estamos para hacer amigos”


El periodista español, Francesco Manetto, se conecta puntual a las ocho de la mañana. La cita fue pactada por Santiago Torrado, corresponsal de El País en Colombia. Ahora son ellos dos, y un grupo de nueve estudiantes de la maestría de periodismo de la Universidad de los Andes, quienes se reúnen en un salón virtual —en esa nueva realidad de las videoconferencias que a casi todos obliga en medio de los aislamientos preventivos por el nuevo coronavirus— para hablar sobre periodismo y sobre libertad de prensa.

Manetto se conecta desde Ciudad de México, de modo que empieza por explicar la razón que lo llevó a estar en México y no en Bogotá, como sería habitual, con su equipo de corresponsales, Catalina Oquendo y Santiago Torrado, con quienes trabaja desde principios del 2017, año en que llegó desde España para coordinar la cobertura de Colombia, Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia para el diario El País. Sucedió que, en enero de este año, Manetto estaba en la capital venezolana cubriendo la elección del nuevo presidente de la Asamblea Nacional, una elección llena de tensiones pues ponía en juego la figura de Guaidó como presidente interino durante un año más. Aquellas jornadas en el centro de Caracas estuvieron llenas de momentos agitados (muchos deben recordar las imágenes de Guaidó saltando las rejas del parlamento para poder ingresar al hemiciclo). El martes 7 de enero, a las afueras de la Asamblea Nacional, un grupo de periodistas quedó en medio de diputados simpatizantes de Guaidó y civiles simpatizantes del chavismo, de los llamados “colectivos”, quienes procedieron a agredir físicamente a algunos de los periodistas presentes, entre quienes estaba Francesco, quien recibió varios golpes y patadas, y le robaron su teléfono celular y la cartera.

Tres semanas después de lo ocurrido, Manetto escribió un hilo en su cuenta de Twitter, en donde dijo: “Fue una manada de desgraciados, pero ahora no quiero pronunciarme sobre ellos. Lo más importante de lo que me sucedió el 7 de enero son los compañeros, a los que quiero dar las gracias”. Ciertamente varios colegas fueron quienes intervinieron para ayudarlo aquella tarde, entre ellos el periodista venezolano Manuel Cobela, de Venevisión, quien también recibió golpes e intentaron robarle sus pertenencias.

En su momento, El País registró la noticia dando un parte de tranquilidad: “Tras someterse a una revisión en una clínica de Caracas, se ha descartado cualquier problema grave y ha recibido el alta”, pero la realidad fue otra. Manetto viajó a la capital mexicana, pues allí se encuentra la redacción principal en América Latina del diario español, y al cabo de unos días perdió la visión en el ojo izquierdo por un desprendimiento de retina a causa los golpes recibidos. Tuvieron que someterlo a una cirugía y ahora, asegura, se encuentra bien, recuperándose y trabajando desde México indefinidamente, mientras se supera la emergencia sanitaria por el coronavirus.

Lo que le sucedió a Francesco Manetto son situaciones de riesgo a las que se enfrentan los periodistas en nuestro continente día a día, a diferentes niveles y con diversas consecuencias. Hoy, con la amenaza latente del nuevo coronavirus, los riesgos por ejercer periodismo en las calles se han multiplicado y, al mismo tiempo, paradójicamente, vivimos un momento en que “la gente necesita saber qué está pasando. Nunca antes, o recientemente, se había visto la importancia de los medios mainstream y de los métodos mainstream para informar a la gente”, afirma Daniel Pardo, corresponsal bogotano de BBC Mundo, quien regresó recientemente a Colombia luego de cubrir a Venezuela y a Argentina por varios años. “Nunca en mi carrera de 15 años había visto tanto interés de las audiencias por una noticia, nunca, ni siquiera en Venezuela”, agrega Pardo. Sobre si el periodista debe o no debe salir a la calle en medio de la pandemia, Pardo cree que en ese sentido “sí tenemos que estar ahí; es un sacrificio que tenemos que tomar y es lo que escogimos el día que decidimos ser periodistas, es inherente al ejercicio periodístico: exponerse y arriesgarse”.

Y Colombia es un país que sabe bien de riesgos para ejercer la libertad de prensa.

“En Colombia el principal riesgo sigue siendo la violencia. Como se ha visto con lo que ha pasado después de la firma del Acuerdo de Paz, en Colombia se han duplicado las amenazas contra periodistas y hay cada vez una consolidación mayor de los territorios vedados para la prensa”, dice Jonathan Bock, coordinador del Centro de Estudios de Libertad de Expresión en la Fundación para la Libertad de Prensa (FLIP). Y agrega: “tenemos que en el norte del Cauca, Nariño, Putumayo, Arauca, Norte de Santander, hay lugares que son puntos ciegos y donde no hay condiciones para enviar a reporteros, para hacer el trabajo de campo”.

Según el informe de la FLIP sobre libertad de prensa en Colombia durante el 2019, Callar y fingir: la censura de siempre, el departamento de Arauca, presentó un aumento del 300% en las cifras de violencia contra periodistas en apenas dos años; otros departamentos como Nariño y Valle del Cauca presentaron un aumento de hasta el 60%.

“Allá donde vamos, los periodistas no estamos para hacer amigos”, dice Manetto. “Tenemos una relación muy tirante, muy compleja con el chavismo, tenemos una nula relación con este nuevo gabinete interino en Bolivia. En el caso de Colombia, […] todos los periodistas que vivimos el día a día del oficio conocemos a alguien que ha tenido algún tipo de problema más o menos serio de acoso por parte de las Fuerzas Armadas, no de todas las Fuerzas Armadas pero de algunos mandos y algunos responsables”. Y agrega: “el hecho de que tantos periodistas […] tengan que ir con esquema de seguridad es una anomalía, es decir, eso no debería pasar, es una señal de que algo no funciona y eso sí es una clara restricción a la libertad de expresión”.

Aun así, Francesco Manetto es uno de los periodistas que viajó el año pasado al municipio de Dabeiba, en Antioquia, a donde llegó en la mañana del 24 de diciembre para hacer un reportaje sobre las exhumaciones de posibles restos de víctimas de ‘falsos positivos’ hallados en el cementerio Las Mercedes, es decir, civiles inocentes ejecutados y presentados como bajas de guerrilleros en combate; un episodio de violación de derechos humanos que se ha convertido en el mayor descrédito para las Fuerzas Armadas de Colombia.

Ahora el Ejército colombiano se encuentra de nuevo en medio de un escándalo, esta vez por llevar a cabo acciones de inteligencia que incluyen el perfilamiento y vigilancia a más de 130 personas, entre las que se encuentran reconocidos periodistas nacionales y extranjeros, medios alternativos como La Liga Contra El Silencio y Rutas del Conflicto, miembros de importantes ONG y políticos. La denuncia, publicada por la Revista Semana en su edición del 1 al 10 de mayo, ya provocó que se apartara a 11 oficiales del servicio activo de la institución. Sin embargo, las investigaciones de fondo sobre las implicaciones de estos hechos aún están por verse.

Mientras tanto, a pesar de lo que le sucedió en Caracas, desde la distancia, Francesco Manetto sigue escribiendo reportajes y noticias para informar sobre el acontecer político de nuestro continente. Aunque se vuelva cada vez más difícil contar la realidad en tiempos de pandemia, así las fuerzas estatales amenacen la libertad de prensa, el buen periodista debe permanecer ahí, haciendo periodismo, pues es una cita que no se puede postergar.

Fotografía: brotiN biswaS, Pexels

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