Thelma & Louise: el eterno precipicio
¿Qué tan grande puede ser el Gran
Cañón para que Thelma y Louise aún no hayan terminado de caer? El Ford
Thunderbird del ’66 sigue suspendido en el aire después de veintidós años de
aquella escena que marcó una era en la historia del cine. Thelma y Louise no
han caído, siguen huyendo de sus vidas frustradas, de su pasado, de sus
parejas, de la ley de los hombres, del mismo estacionamiento.
Hace unos cuantos días las noticias
bogotanas registraron un hecho que dejó atónitos a todos los que solamente ven
noticias y nunca se dignan a ver buen cine: una muchacha fue violada en el
parqueadero de un reconocido restaurante en Chía. El ya famoso incidente que
opacó por tan solo un par de días al restaurante Andrés carne de res y a su dueño, el señor Andrés Jaramillo, volvió
a “encender las alarmas” (frase cliché con la que los medios quieren hacer
creer que en nuestra sociedad solamente se entra en estado de alarma cuando
ellos lo dicen) ante los riesgos que corren las jóvenes bogotanas por abusos
sexuales en establecimientos nocturnos. Inevitablemente el tema se fue a los
términos de machismo y feminismo en cuestión de segundos por culpa de unas
desastrosas declaraciones del señor Andrés Jaramillo, quien mal que bien culpó
a la violada de lo sucedido, porque quién sabe a qué juega una muchacha que va
a un sitio vestida en minifalda.
En 1991 Callie Khouri escribió un
guión sobre dos mujeres estadounidenses, sureñas, que se escapan un fin de
semana de sus parejas para hacer un viaje juntas y librarse de la monotonía en
que las sumen sus respectivos compañeros. El guión lo dirigió Ridley Scott y se
convirtió en una de las películas más icónicas de la primera mitad de los noventas:
Thelma & Louise. Thelma es una
mujer ingenua, todavía muy niña en su cabeza y muy ajena a las posibilidades
del mundo; Louise, en cambio, parece saber todo lo que tiene el mundo para
ofrecer pero sabe que nunca podrá tenerlo. Cuando dos mujeres así se juntan una
querrá enseñarle a la otra, Louise quiso enseñarle a Thelma que su vida no gira
en torno a un hogar y a un hombre que no representa ningún tipo de reto
intelectual o sentimental para una mujer. Durante el viaje se detienen en un
bar, al pedir algo de tomar un tipo las aborda visiblemente interesado en
Thelma quien ingenuamente se siente halagada y le sigue el juego. Bailan,
siguen bebiendo y Thelma parece encantada; Louise se aparta por un momento y
cuando regresa no encuentra a Thelma en la mesa ni en la pista de baile.
Los hechos en Andrés carne de res aún no son claros para nadie. Se dice que se
trató de una relación consentida a pesar de que también se afirma que la
muchacha de 19 años quedó abandonada en el parqueadero casi inconsciente por el
alcohol y tuvo que ser atendida por los funcionarios del mismo para, luego, ser
llevada a un centro asistencial por su padre. Además, se ha investigado a
varios policías por interferir en el proceso al entregar el informe ocho días
después de lo sucedido. El presunto violador, un abogado de 29 años, ya se
presentó ante la fiscalía y, a pesar de ello, hasta el momento, nadie se atreve
a asegurar nada.
Thelma salió al parqueadero del bar
con el estupendo tipo que la halagó y la sedujo un buen rato, quiso besarla
sobre el capó de un carro y ella se resistió; esto bastó para que el tipo se
enfureciera, la golpeara e intentara violarla. Aparece Louise con un arma y
logra que el tipo deje ir a Thelma. El episodio pudo terminar ahí, pero es
justo ese el momento en donde la historia, la película, dan un giro y vuelcan a
los dos personajes hacia el precipicio del que no han terminado de caer. El
tipo alardea, las ofende, les dice que le chupen el pito y Louise dispara.
Entonces, huyen. ¿Por qué? Porque saben muy bien que nadie les creerá que
Thelma no se buscó la agresión del tipo aceptándole las bebidas y la invitación
a bailar; todos en el bar los vieron juntos, nadie le creería que la relación
no fue, de alguna manera, consentida.
Las autoridades de Chía en algunos
de sus reportes sobre el caso manifiestan que la investigación estaba volcada a
aclarar si era cierto que la muchacha afectada había departido con el presunto
violador en el bar antes de los hechos. Al parecer eso cambia todo (seguramente
el señor abogado lo sabe, a lo mejor también vio Thelma & Louise en su momento y está seguro de que tiene ese
argumento a su favor), si esta muchacha de 19 años departió con aquel hombre
antes, si se les vio juntos, no se puede tratar de una violación sino de algún
tipo de agresión o evento sexual desafortunado entre una pareja común y
corriente. ¿Es acaso así? ¿Ahora entienden por qué Thelma y Louise escapan a
México? ¿Ahora ven por qué el Ford Thunderbird no ha terminado de caer?
Los medios y la sociedad siguen
culpando a las mujeres en este tipo de casos. La mujer se busca sus males al
salir vestida y maquillada de forma provocadora. Una mujer no tiene derecho a
seducir porque está otorgando el derecho a que la violen. El caso en Andrés carne de res puede ser más claro
de lo que parece, pero hay prejuicios morales que no permiten ver más allá de
ciertas verdades. Una mujer tiene todo el derecho a salir a divertirse e incluso
a seducir a quien le venga en gana, la mujer tiene apetito sexual, a veces más
feroz que el del hombre, y tiene todo el derecho a querer satisfacerlo. El
problema es que hay hombres que siguen confundiendo el deseo sexual de una
mujer con la prostitución, con la promiscuidad, así lo ve la gran mayoría de
personas y así lo juzga. Que una mujer seduzca a un hombre en un bar (o se deje
seducir) no quiere decir que lo está invitando a que abuse de ella a la primera
oportunidad y la deje abandonada en un parqueadero, casi inconsciente, o que la
golpee e intente violar sobre el capó de un carro sin imaginar que la mujer
podrá defenderse o que alguien vendrá en su ayuda. Louis se lo dijo al tipo
antes de asesinarlo: si una mujer llora desesperadamente mientras la tocan y la
besan, como en ese momento lo hacía Thelma, no la está pasando bien.
Y nadie puede negarlo: novios
violan, esposos violan, padres, tíos, hermanos, mejores amigos. La agresión
sexual no puede seguir siendo juzgada por niveles de filiación; no es menos
violador el generoso encorbatado en el bar que el desconocido en el callejón.
En el caso de lo sucedido en Andrés carne de res los hechos han
quedado marcados por la burla, el ridículo y la incredulidad; ni la policía ni
el señor Jaramillo lo tomaron en serio en su momento, y los medios han
trabajado a su conveniencia como siempre: con una denuncia pobre en un discurso
moral pacato y solapado. La película de Ridley Scott lo dejó bien claro hace
veintidós años: los derechos de las mujeres son relativos cuando de sexo se
trata. Por eso Thelma y Louise prefirieron no detenerse ante el Gran Cañón; era
mejor el precipicio que la burla y la incredulidad de la gran mayoría.
Imagen: escena final de Thelma & Louise, 1991.
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