La importancia de la tensión y el valor de lo que se percibe


El cine nos ha malacostumbrado, nos enseñó que para entretenernos debemos pasar por una montaña rusa de emociones, pasar de la incertidumbre al descontento, del suspenso a la euforia, todo en cuestión de minutos, todo con efectos cinematográficos a veces simples, como los del cine de antaño, otros más elaborados y cada vez más inverosímiles, lo que no es malo, pero nos ha malacostumbrado. En ese recorrido de sobresaltos nos olvidamos de las historias, del hilo imperceptible que nos narra la evolución en un personaje a través de sus gestos o de sus palabras, también de sus silencios. A la gente cada vez le molestan más los silencios en el cine porque creen que solo el sonido nos cuenta.

El manejo de las tensiones en el cine es tal vez uno de los efectos que mayor dificultad representa para un director o una directora. El equilibrio y las transiciones precisas pueden ser la clave, pero aun lograr eso sin ser predecibles o falsos es el reto tácito. Como espectadores rara vez notamos todo esto, pero hay películas que hacen que esos detalles del lenguaje cinematográfico se vuelvan una cartografía, la ruta del texto que nos convierte en lectores de la imagen, en intérpretes, y nos eleva de nuestros asientos de espectadores pasivos. Roma de Alfonso Cuarón es un excelente ejemplo, la película que a muchos durmió porque no supieron leer o interpretar el lenguaje de su narración, eso o el hecho de que verla en Netflix, en la comodidad de una cama, surte su efecto más obvio, pero hay quienes insisten en culpar a la película; yo insisto en que vayan a verla en una sala de cine.

En todo este tema hay otro ejemplo, también reciente, en el que me quiero centrar y que expone ese recurso tan presente en los dramas alternativos: el uso de la tensión constante, que en ocasiones se podría ver incluso como una ausencia de tensión, pero en esta película en particular el manejo de esa tensión es absolutamente lineal y resulta magistral. Hablo de The Kindergarten Teacher (2018), dirigida por la estadounidense Sara Colangelo, originalmente escrita y dirigida por el israelí Nadav Lapid (Haganenet, 2014). En esta película no hay altos ni bajos, verla es como subir una ligera pendiente cuya inclinación es casi imperceptible y que justo antes del final del recorrido tiene su punto más alto. La sutileza con la que se nos cuenta esta historia es su mayor logro, y va de la mano con la excelente actuación de Maggie Gyllenhaal.

Una manera de entender por qué el logro y el reto narrativo de esta película es el manejo de la tensión es darse cuenta de que la historia en la que somos introducidos alcanza su punto de ascenso, hacia eso que genéricamente llamamos clímax, apenas unos minutos después de haber iniciado la película. Ese momento que en la mayoría de películas toma por lo menos la primera hora en este caso lo obtenemos apenas inicia, y ahí permanecemos hasta el final. Una vez la maestra Lisa Spinelli, Miss Spinelli (Maggie Gyllenhaal), descubre la asombrosa cualidad del pequeño Jimmy (Parker Sevak) la cuerda de la narración se tensa y nos conduce de forma casi inalterable por diferentes acontecimientos que lo único que hacen es ir ratificando el punto culminante. Esto sucede porque Mis Spinelli ha tomado una decisión desde el primer momento, lo único es que necesita tiempo para reunir el valor de hacerlo, la decisión de salvar esa prodigiosa cualidad de Jimmy, porque es precisamente algo de lo que ella carece.

Jimmy es un poeta y no lo sabe, es Miss Spinelli quien descubre eso, quien le descubre eso a él, quien le hace ver que es algo valioso e importante, y a partir de ese momento solo existe un objetivo en la mente de la maestra, quien es esposa y madre de dos adolescentes, una mujer que ha recorrido una vida que parece estancarse en un punto de no retorno, pero que con la aparición del excepcional y a la vez raro don de Jimmy se despierta un íntimo propósito en ella, y ese propósito es el que nos guía durante el resto de la película. Pero no nos confundamos, el hecho de que no haya sobresaltos, de que no haya un clímax o una caída en picado, no quiere decir que no suceda nada, por supuesto que suceden muchas cosas y todas son determinantes en el espíritu de la protagonista, en su evolución como personaje: su episodio erótico con Simón (Gael García Bernal) el profesor de poesía, o los silenciosos y rutinarios trayectos de ida y vuelta en el ferry; pero todos son hechos se nos presentan con una naturalidad que permite que la tensión narrativa no se rompa ni se desvíe.

Estas razones bastan para que valga la pena ver esta película, pero hay un elemento de fondo en el argumento que resulta también muy valioso.

La creencia popular de que el arte va precedido de una inspiración es uno de los prejuicios más comunes al momento de valorar cualquier expresión creativa, la verdad es que la inspiración existe, pero no necesariamente es fortuita o accidental, la inspiración también se trabaja, y no lo parece porque la manera más común de trabajar la inspiración es cuando se piensa y pensar está muy menospreciado cuando de trabajar se habla. En el caso del pequeño Jimmy su extraña capacidad de componer poemas de la nada, de juntar palabras que van construyendo imágenes demasiado poderosas para un niño de su edad, nos hace cuestionar de dónde viene eso que este niño es capaz de hacer, si eso es poesía, si eso es arte. Y claro que lo es, pero ya dije que el arte se trabaja, que la inspiración se piensa, que nada de esto puede ser del todo fortuito, y habrá quienes vean la película y juzguen equivocadamente que eso es lo que sucede, que este niño es poseído por la inspiración y que es esa inspiración accidental la que habla a través de él; pero no es nada de eso. Hay un elemento en la configuración del arte y de la poesía que desempeña un papel fundamental en este caso y es la capacidad de percepción unida a una altísima sensibilidad, y no la sensibilidad romántica sino la capacidad de ser mucho más receptivo a todo lo que nos rodea y de hacerlo propio.

Quienes vean esta película podrán comprobar que Jimmy tiene eso, es un gran lector de su mundo y por alguna razón es capaz de convertir todo lo que percibe en maravillosos poemas; eso es lo que quiere salvar Miss Spinelli, sin saber que eso es imposible de destruir, no hay sociedad ni banalidades de este mundo que destruyan la sensibilidad perceptiva de un niño ni de un adulto, no hay evento, por más traumático que sea, que destruya algo así, al contrario: lo nutre; y es justamente la misma película, en su desenlace, el único punto en donde se dispara por un segundo esa tensión constante, la que nos lo confirma.

Fotografía: fotograma de The Kindergarten Teacher, 2018.
Tomada de Rolling Stone.

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